El paraíso
Anita ha ganado nuevamente el concurso de disfraces del baile de carnaval; no por su condición de anfitriona sino por sus modos exquisitos. Como toda una Alvear se pasea con su máscara por la gran sala, envuelta en aires de reina.
Manuel siente una opresión, una nostalgia atrevida lo arrincona de pronto. Se ausenta del ajetreo del baile. sin que nadie lo perciba.
La música sólo llega a sus oídos como un telón de fondo. Se reclina en su sillón frente al séquito de objetos que tanto ama; siente sus pupilas avídas de esos recuerdos que han colmado su vida: unos cuantos guacos peruanos, talismanes de antiguas tribus, tapices y deidades asiáticas. Les recorre los contornos como si estuviese ante el cuerpo desnudo de una mujer.
Toma entre sus manos los manuscritos de García Lorca y Marcel Proust que conserva a resguardo. Las yemas de sus dedos se deslizan por ellos como si les estuviera absorbiendo las entrañas.
El coleccionista febril gesta en su mirada un goce profundo cuando se posa en los óleos de Soldi y Basaldúa, en los bronces de Yrurtia y Fioravanti, en los miles de libros que se incomodan unos a otros en las estanterías.
Siente que cada uno de esos objetos tienen alma, incluso los amuletos afrodisíacos que decoran insólitamente su baño y que dejan asomar otra faceta del hombre culto, su obsesivo apego a tarotistas y videntes.
Manuel camina de un lado a otro, recorre cada sala como si lo hiciera por primera vez. Se detiene frente a dos de sus reliquias familiares; el escritorio que San Martín le regalara a su tatarabuela y el chaleco blanco de Florencio Varela. La angustia se le ensancha en el pecho; como un río que es desbordado en su cauce.
Siente la necesidad imperiosa de escribirle a su amiga Victoria Ocampo. Lo ha emocionado la decisión de la escritora, de legar sus mansiones de San Isidro y Mar del Plata a la Unesco.
“A mí también me preocupa el destino de esta casa y lo que encierra” –escribe.
El escritor le manifiesta su temor a que todo lo contenido en ella se esparza y pierda su valor.
Manuel no se percata de la presencia de su mujer hasta que recibe de ella un beso en la frente..
- Manucho – le dice. No desaires a tus invitados, todos están preguntando por ti.. Sara Gallardo ha salido a buscarte al jardín, creyendo que te había vuelto la manía de conversar con tus estatuas.
El descendiente de Miguel Cané y Juan Cruz Varela mira a su mujer, le parece tan cautivante, deliciosa y majestuosa como su misteriosa Buenos Aires y le surge la certeza de que “El Paraíso”, ése paraíso, le sienta mejor que cualquier otro y que sólo en sus ambientes se podrán encontrar todos los Manuchos que habitan dentro de Mujica Lainez.
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Vengo desde el Blog de Nerina Thomas y me felicito por este hallazgo.
ResponderEliminarExcelente relato.
Abrazos,
Lily, me encantó este relato, no lo conocía pero me enteré un montón de la vida de Mujica Lainez y te digo que me dió ganas de regresar a la lectura de su obra.
ResponderEliminarFelicitarte por el blog todo. Un abrazo
Norita Bramen
desde Neuquén
Buenísimo este relato. Soy Anahí Vicente, no sé si te acordás de mí,nos vimos en la reunión de Unquillo, me regalaste un libro..y hoy te mandé un mails al correo que encontré ahí pero no sé si es el correcto. Un abrazo y mi admiración
ResponderEliminarHola preciosa!
ResponderEliminarFantástico el blog Lily, ya el color llama y llama. Seguí así, poniendole energía a todo, brummmmmmmmmmmm por la vida Lily. Un abrazo
Mirko (entrá a mi blog)
Brillante post amiga!! Lo compartiré con mi audiencia, en tu nombre sin duda,
ResponderEliminarAbrazos
LILIANA:
ResponderEliminarREALMENTE ES EL "PARAÍSO".
TODO LO QUE BUSCO Y ME AGRADA ESTÁ EN TUS ESCRITURAS.
VENGO DE BLOGS DE NERINA THOMAS. UNA DULCE.
ESTO ES COMO RESPIRAR AIRE PURO.
VOLVERÉ, LO NECESITO.
BESOS A AMBAS.
Qué me contás... Y cómo. Buenísimo, Lily.
ResponderEliminarCon maestría. Me encantó.
Tremenda pluma la de Manucho.
Besos.
Me encantó que me recomendaran tu página.Y es muy buena, seguiré entrando en busca de novedades. Excelente poesía y narrativa.
ResponderEliminarEdgar Ponce
Me encantó leer este relato, querida Liliana.
ResponderEliminarTe felicito por el blog. Me gusta mucho el Poema XVII, Jamás pude, conmovedor e intenso.
Gracias por pasar a visitarme con palabras elogiosas y por leer las voces de los diversos escritores.
Mi abrazo y mis mejores deseos, querida Liliana, que tengas un año venturoso y gratamente recompensado.
Analía
Me gustó mucho el relato. Lamentablemente la casa de Victoria en San Isidro fue desmantelada por algunos "piolas argentinos" (desaparecieron obras de arte, facturaron reformas que no se hicieron o se hicieron pésimamente, etc).Eso no sólo fue un escándalo y un golpe irremediable a nuestro patrimonio cultural, sino que significó que la Unesco le quitara su sede a la Argentina y ahora dependemos de Uruguay.
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