Noviembre de 1966
Un texto
de la serie Personajes.
La intensa lluvia de la tarde ha obligado al grupo de hombres a salir de la manigua y buscar refugio en la casa. Deben explorar el curso del Río Ñacahuazú, pero es imposible con ese tiempo. También se ven impedido de seguir con el túnel que han comenzado en la quebrada del río, es urgente guardar allí, lo que pueda comprometer a quienes les han dado asilo en su casa.
Todos están sin nada por hacer. Tumainí y Pacho se sacaban las garrapatas del cuerpo que se les ha vuelto una verdadera plaga.
El que parece ser el jefe permanece tirado en un catre, alejado de las conversaciones. Sus intenciones son otras; saca de bajo la chaqueta que le sirve de almohada un cuaderno donde escribe con letra pequeña y casi ilegible todo lo que acontece, sacude insistentemente su mano alrededor de la cabeza para ahuyentar las yaguasas que aunque no pican, son molestas. El está más acostumbrado a la presencia de jejenes y mairquines. Podría hacer uso de su hamaca con mosquitero, pero le parece que eso es un privilegio que no cabe cuando sus hombres la pasan mal, tienen hasta llagas en las picaduras infectadas.
“ Me está creciendo el cabello y la barba nuevamente. Las canas simuladas se me están volviendo amarillentas y pueden provocar sospechas. Ese vecino metido, el tal Argañaraz, anda comentando que nos dedicamos a la cocaína y sin querer puede ponernos a toda la milicada atrás. Ruego que mejore el tiempo para no seguir atrasando los planes.” – escribe
Cierra los ojos con el libro en la mano. Los demás saben que es la forma que él tiene de pensar. Al día siguiente va a establecer un enlace con los hombres del Chino para pasar armas a una región cercana a Puno, del otro lado del Titicaca.
Llueve los siguientes tres días. Tan intensamente que ni siquiera pueden enviar por provisiones. Inti y Urbano tratan de atrapar algún venado, pero sólo cazan con el M-1 un pavo que es reservado para el desayuno del día siguiente.
El domingo y para evitar que el ánimo de su gente decaiga, el jefe charla con sus hombres tratando de tocarles las fibras más sensibles; les hace un llamado a la conciencia y al honor. Es tan fraternal y humano, como en ocasiones, exigente y severo. Pero nadie tiene duda que el respeto que despierta se debe a la fuerza tremenda de su propio ejemplo.
Unos tiros a los lejos inquietan al jefe. Camina de un lado a otro con la camisa fuera del pantalón y con el pantalón fuera de los borceguíes. Le molesta ver a sus hombres inactivos y no tener ninguna noticia sobre el campamento 2, mucho más.
No hay mojadura que pueda espantar los sueños le dice de pronto a sus hombres. Y sale a explorar el arroyo entre los derriscos de piedra dura que ahora es puro lodo. Sus hombres lo siguen, saben que no tienen alternativa ni posibilidades de hacerlo entrar en razón. Sólo su amigo Alberto Granado se animaba a contradecir al “Che”. Y él no estaba allí para convencerlo.
Liliana Chavez
El árbol
hace callar las hojas
lo sobrecoge
no escuchar a los pájaros
imagina
que el tiempo sin diálogo
ha llegado.
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¿Las alas?
Apenas para algunos vuelos
No alcanza la vida
para tanto retorno
Hay cazadores
expertos
que juegan
a precipitarlas.
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El silencio
ha cantado un himno
esta mañana
Me ha frotado
los ojos
con agüita de amanecer
puso a la memoria
de testigo
volvió dócil
la palabra
convidó con horas
mansas
pacientes
Por eso
alla afuera
el tiempo
camina
sin mí.
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